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¿Qué determina la conducta de una persona?

Foto del escritor: Consultoria IntegralConsultoria Integral

Entender la razón que mueve a cada persona a hacer las cosas requiere de conocer las motivaciones individuales, mismas que son únicas para cada uno. No obstante, estas motivaciones tienen su origen en un lugar común para todos: la búsqueda de la felicidad. Ya sea a corto, mediano o largo plazo, cada uno busca alcanzar esas metas en el tiempo más breve posible. Para lograrlo, existen varias herramientas que pueden emplearse para tal fin, aunque no significa que todos las conozcan: el estudio, la experiencia propia o colectiva, la familia, el entorno social y por supuesto, las necesidades cotidianas.

Dentro del estudio, se encuentra la religión o la noción de ella. Junto a la experiencia, sea buena o mala, es decir, satisfactoria o amarga, se toman decisiones muy importantes, que definirán el rango de acción de cada individuo. Así, el impacto de la familia puede aumentar o disminuir la importancia del estudio, y la experiencia se extenderá al plano social y económico, es decir, a las necesides propias.

Por esta razón es que es tan compleja la conducta humana, pues además de ser única, es privada, es decir, no es del dominio público lo que cada persona ha vivido, aprendido, experimentado, compartido en el círculo familiar y social. Solo es visible la parte que interactúa con los demás.


Así las cosas, no es suficiente saber la religión de una persona o su percepción de ella, sino también saber si se ha adentrado realmente a conocerla; como tampoco es suficiente saber el grado de escolaridad, o la experiencia laboral, pero nos dan pistas importantes del origen y probable rumbo de acción de cada uno.

Por ello es tan importante lograr una comunicación sana, sin juicios de conducta, para adentrarnos en la visión personal de la vida y sus recompensas, para así sumarse o restarse si así se desea, de la convivencia con la persona con quien se ha decidido interactuar para conocerle.

Los prejuicios son muy comunes, ya que por esa misma búsqueda personal de felicidad, cada uno decide alejarse o acercarse a aquellas personas con las que se relaciona. Y los juicios erróneos son el pan de cada día. Las decepciones por haber asumido que la persona que nos interesa compartía una visión común y descubrir que no es así del todo o para nada.

Se asume con demasiada frecuencia que si se comparte algo que para uno mismo es muy importante con otra persona que dice, parece o pretende querer ese algo, y olvidamos que es la búsqueda de la felicidad personal la que también nos impulsa a buscar atajos. Y son éstos, los que pueden ser la razón misma de no compartir una visión común de la vida.

Algunas personas han creído que las creencias no son importantes, como tampoco lo serían los estudios, la familia o el nivel socioeconómico. Y sí lo son, pero no lo suficiente para entender el por qué de la conducta de cada persona.

Hay algo en el interior de cada uno, que llamamos conciencia, que es la que toma las decisiones antes de ser llevadas a la práctica. Pero si esta conciencia, llamémosle plan maestro, está mál diseñado, mal informado, con experiencias demasiado amargas, no podremos fiarnos de que obedeciendo a esa conciencia, la persona en cuestión, acepte la responsabilidad de sus acciones.

Debido a lo esto, es que formar la conciencia, informándola de lo que ha de saber para tomar las mejores decisiones, a partir el sistema de creencias de la persona, reestructure esa visión de la felicidad, y finalmente, tome voluntariamente acciones diferentes eventualmente, a medida que nuevas expriencias y conocimientos se van aplicando en el entorno familiar, social y económico hasta ir avanzando, no sin tropiezos, a la meta deseada por un rumbo menos accidentado o al menos más funcional que el anterior.



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